La Sombra del Humedal: una historia del sur del país
En lo más profundo del sur, donde los humedales se extienden como un mar de bruma, los pobladores advierten sobre una presencia oscura. No tiene nombre, pero todos la llaman La Sombra del Humedal.
La desaparición en la niebla
Los ancianos cuentan que hace décadas, un hombre desapareció en la niebla. Dicen que era un viajero que ignoró las advertencias y cruzó el pantano bajo la luna nueva. Su linterna parpadeó tres veces antes de apagarse, y lo último que se escuchó fue un grito ahogado, arrastrado por el viento. Nunca hallaron su cuerpo, pero desde entonces, algo camina entre la neblina.
La sombra que acecha
Los pescadores afirman que, algunas noches, una sombra alta y amorfa se desliza sobre el agua, siguiendo a quien se atreva a navegar solo. A veces se escucha un susurro, como si el viento hablara con voz humana. Otros juran que han visto una figura de ojos brillantes reflejada en la superficie del agua, aunque al girarse, no hay nadie.
Uno de los relatos más aterradores proviene de un joven que intentó cruzar el humedal en una barca. Cuenta que la niebla era tan densa que apenas podía ver sus manos. De repente, sintió un escalofrío recorrerle la espalda y escuchó su propio nombre susurrado a lo lejos. Miró al agua y vio su reflejo… pero este sonreía de una forma macabra. Remó desesperado hasta la orilla y juró nunca volver.
Un destino inevitable
Se dice que quien cruce el humedal sin permiso ni respeto, sentirá una frialdad insoportable y verá su propia sombra moverse en direcciones imposibles. Si eso ocurre, es demasiado tarde. La Sombra ya ha elegido a su próxima víctima.
Algunos aldeanos creen que la entidad busca reemplazos, atrapando a los incautos en su dominio para vagar eternamente entre la bruma. Otros aseguran que es el viajero desaparecido, condenado a arrastrar a otros al mismo destino.
Las leyendas dicen que hay una forma de protegerse: antes de cruzar el humedal, debes dejar una ofrenda a la orilla, algo de valor personal, y nunca pronunciar tu propio nombre en la neblina. Si escuchas una voz llamándote, debes ignorarla y seguir caminando sin mirar atrás.
Pocos se atreven a hablar de esto, pero hay una única advertencia: si caminas por los humedales y ves tu sombra moverse sola, no corras. Si lo haces, ella te seguirá… y nunca más verán tu rastro.
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